lunes, 26 de agosto de 2013

Orión

Me traes la magia de un sueño antiguo.
Me levantas tus pestañas

                              justo hasta la altura

donde yo tengo puesto lo esperado.
           ... Por eso hoy te convierto en intangible
y  no te escindo de mí,
como no puede hacerlo Orión
con sus estrellas.


miércoles, 7 de agosto de 2013

Calor

Calor.  Fiebre húmeda que avanza igual que el agua en el fondo del mar. El ventilador remueve esta atmósfera gelatinosa y con ella compone oleadas sobre la superficie blanda de tu cuerpo. El abanico de aire desplaza tu sudor como lo hace la arena en la duna. Quisiera observar la cristalina gota que asciende imperceptible por tus muslos hasta desaparecer fundida en otra para mantener tu piel mojada ante mis ojos.

     En estos instantes tu piel es dorada, es el atardecer en la calurosa y lejana llanura. La acaricio y crece bajo mi mano la vegetación suave de tu vello erecto en un recorrido cercano a mi aliento. Llueve aire caliente desde el techo. El perezoso ventilador sabe muy bien cómo tratar este asunto y gira perdiendo las aspas en un disco cuyo balanceo resalta la sensualidad de tu espalda, y mi deseo.


La habitación es clara, la luz bate el calor y su espuma se desperdiga del mismo modo que los sueños en un cuento. Afuera está el mar, está la vida, y sin embargo yo, aquí, lo tengo todo. Se abandonan las sábanas, se derriten cama abajo. Con el soplo circular nos llega un olor a mundo, a principio. Así esperamos, con nuestras pieles enlazadas, la caricia del húmedo suspiro cenital.


martes, 30 de julio de 2013

En el camino

No puedo enviarte el sonido del viento en los árboles; solo puedo indicarte que es un velo blanco enredándose en el aire.








Tampoco te puedo llevar el olor a miel de los almendros en flor, pero no sé cómo al respirarlo te inhalo como si fueras el aroma de las hadas del invierno.






Se me entremezclan los recuerdos y las sensaciones igual que juguetes en el desván, y tú te me acercas con la misma nostalgia de luz que tienen las estrellas.



domingo, 21 de julio de 2013

Nochevieja en Roma

Era invierno y el frío levantaba de las luces sus colores. La fiesta inundó por un rato la escalera regia.

Las personas, como trazos azules, rojos, blancos o  amarillos, se mecían entre grandes y pequeñas en brazos de la distancia.




La iglesia coronaba la estampa con las perlas de sus focos y la aureola de sus cúpulas, a la manera de las diademas imperiales. En el otro extremo, al final de la gran lengua, como palabra escapada, la fuente no se cansó de manar agua encendida.

lunes, 8 de julio de 2013

Debajo del agua

Danza, música subacuática. Láminas de mercurio blando cobijan las ondas que se suceden sumergidas.

Nado, y veo los pies inmóviles que una sirena perdió, y a viejos lobos de mar al despreocupado encuentro de sus galeones hundidos.


Ruedo ingrávida bajo un techo líquido, plateado. Es el momento azul. De entre las burbujas soy la mayor, y también la más opaca. Las otras ascienden rápidas y desaparecen. Yo permanezco.






Al fin sondeo el fondo y me extiendo. Es hora de salir. Fuera, el mundo exterior está seco, suenan las pisadas y se escurre la piel: ya no queda misterio.


viernes, 28 de junio de 2013

Fuegos artificiales

En la oscuridad los ojos sonríen. Encogidos de expectación, parecemos niños esperamos el regalo.

La noche, de negro lujo, abre el envoltorio de terciopelo donde guardó las luces.
 
Los cohetes se escabullen entre  indefinidos dedos y se expanden. Saltan como locos; a veces consiguen ordenarse y nos dan un respiro.


Dejan un tejido de humo que molesta a la elegante noche, pero pronto se abren de nuevo boquetes de luz en el cielo. Aturden los oídos, nos dejan boquiabiertos unos colores brillantes porque sabemos, sin darnos cuenta, que sólo en este momento existen las hadas. 
A veces se nos escurre una lágrima.

Se escapa una exclamación y todos estamos juntos y emocionados, sin mirarnos; quizá los enamorados se estrechen más en su abrazo.








lunes, 29 de abril de 2013

La memoria del agua


Mar.


El agua acaricia todos los cuerpos. Les toma las medidas, juguetea con los escondrijos, lame sus secretos. Al salir del mar la piel lleva sus gotas como jinetes sonrientes al sol. Agua viajera.

¿Se acordará el mar de cada cuerpo, de cada playa?  ¿Se acordará de cada pez, de cada alga? Yo creo que sí.

El agua, en el mar, es valiente: siempre reta al horizonte y corre por debajo del cielo con la ilusión desesperada de tocarse a lo lejos.
El agua es como la memoria.

Después la lluvia se convertirá en alfileres que acarician las piedras y se derriten sobre los cristales en arroyuelos perdidos, sin desembocadura.

Más que recuerdos, la lluvia llueve nostalgia; arrastra la verde melancolía de otros campos y nos la tira a la cara, a la fruta y al asfalto. La lluvia nos devuelve el tiempo.
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