El
otoño sangra sobre las viñas, muda púrpuras sus hojas.
Se
envuelven con el sol tibio, confunden sus graves colores, porque el frío brota
poco a poco.
Se
quedarán después desnudas y desvaídas en su esqueleto negro.
Alargarán
sus nervios, sus dedos, para asir en el aire fantasmas que no se manchan de
barro.
En el silencio
se oye su miedo a no despertar.
Temen
que su verde de primavera quede cautivo en los nudos negros de su ropaje de
invierno.
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