En la oscuridad los ojos
sonríen. Encogidos de expectación, parecemos niños esperamos el regalo.
La noche, de negro lujo, abre
el envoltorio de terciopelo donde guardó las luces.
Los cohetes se escabullen
entre indefinidos dedos y se expanden. Saltan
como locos; a veces consiguen ordenarse y nos dan un respiro.
Dejan un tejido de humo que
molesta a la elegante noche, pero pronto se abren de nuevo boquetes de luz en
el cielo. Aturden los oídos, nos dejan boquiabiertos unos colores brillantes porque
sabemos, sin darnos cuenta, que sólo en este momento existen las hadas.
A veces se nos escurre una lágrima.
A veces se nos escurre una lágrima.
Se escapa una exclamación y
todos estamos juntos y emocionados, sin mirarnos; quizá los enamorados se
estrechen más en su abrazo.