viernes, 28 de junio de 2013

Fuegos artificiales

En la oscuridad los ojos sonríen. Encogidos de expectación, parecemos niños esperamos el regalo.

La noche, de negro lujo, abre el envoltorio de terciopelo donde guardó las luces.
 
Los cohetes se escabullen entre  indefinidos dedos y se expanden. Saltan como locos; a veces consiguen ordenarse y nos dan un respiro.


Dejan un tejido de humo que molesta a la elegante noche, pero pronto se abren de nuevo boquetes de luz en el cielo. Aturden los oídos, nos dejan boquiabiertos unos colores brillantes porque sabemos, sin darnos cuenta, que sólo en este momento existen las hadas. 
A veces se nos escurre una lágrima.

Se escapa una exclamación y todos estamos juntos y emocionados, sin mirarnos; quizá los enamorados se estrechen más en su abrazo.