Mar.
El agua acaricia todos
los cuerpos. Les toma las medidas, juguetea con los escondrijos, lame sus
secretos. Al salir del mar la piel lleva sus gotas como jinetes sonrientes
al sol. Agua viajera.
¿Se acordará el mar de cada cuerpo, de cada playa? ¿Se acordará de cada pez, de cada alga? Yo creo que sí.
El agua, en el mar, es valiente: siempre reta al horizonte y corre por debajo del cielo con la ilusión desesperada de tocarse a lo lejos.
El agua es como la memoria.
Después la lluvia se convertirá en alfileres que acarician
las piedras y se derriten sobre los cristales en arroyuelos perdidos, sin
desembocadura.
Más que recuerdos, la lluvia llueve nostalgia; arrastra la verde melancolía de otros campos y nos la tira a la cara, a la fruta y al asfalto. La lluvia nos devuelve el tiempo.
Más que recuerdos, la lluvia llueve nostalgia; arrastra la verde melancolía de otros campos y nos la tira a la cara, a la fruta y al asfalto. La lluvia nos devuelve el tiempo.
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