Los vencejos remueven el cielo hace días; festonean el atardecer con anárquicos dibujos y celebran la luz vivida con estrepitosos chillidos. Bordan la mañana con vainica doble, volando indiferentes a las elegantes golondrinas. Malabaristas del circo cuya carpa es el calor prometido .
Trapecistas en las antenas y cables, saltimbanquis del barro . Payasos de pico negro y bromas de movimiento que espantan el frío. Los vencejos, que ya están por fin sobre mi cielo, juegan con mi mirada y me hacen sonreír en los oídos .
Chapotean en el mar de oro que resbala por los tejados y salpican, como espuma, el pasear sencillo de la gente . Son motas de tiempo, tildes de un lenguaje que sabe de mapas. Negros botones del único traje antiguo que aún conservo.