domingo, 30 de noviembre de 2014

Tormenta



Suenan las campanas. La calle está solitaria y el sonido se graba en el adobe de la vieja tapia como si fuera un recuerdo. 


Llovió con gruesas gotas que estallaban como globos en la acera. Su pecho se estremecía bajo la caricia húmeda de la tela mojada, y en su camisa blanca se dibujaba un relámpago. El mar luego se quedó en calma. Tras la tormenta el sol se fundió en el agua tranquila.


El romero ilumina la vereda con su olor, es una candela verde. Y el tiempo es la espada, el rojo gladiolo que mece su color en mi sangre. 


Mar en calma, tras la tormenta.         
   Yo también me marché, como la gaviota que ella hizo volar con sus manos alegres.