Danza, música subacuática.
Láminas de mercurio blando cobijan las ondas que se suceden sumergidas.
Nado, y veo los pies
inmóviles que una sirena perdió, y a viejos lobos de mar al despreocupado encuentro
de sus galeones hundidos.
Ruedo ingrávida bajo un
techo líquido, plateado. Es el momento azul. De entre las burbujas soy la
mayor, y también la más opaca. Las otras ascienden rápidas y desaparecen. Yo
permanezco.
Al fin sondeo el fondo y
me extiendo. Es hora de salir. Fuera, el mundo exterior está seco, suenan las
pisadas y se escurre la piel: ya no queda misterio.
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