lunes, 18 de febrero de 2013

Melena violeta y oro


Melena violeta y oro. Rizos de titanio que deslumbran bajo el sol, mientras  duerme el pueblo  bajo la mirada de su celosa iglesia.

Las ventanas se pierden en los campos, no saben bien hacia dónde mirar, azoradas por tanta curiosidad que les brota de la extrañeza de haber caído allí, lejos del mar. Las habitaciones se levantan, erectas, no queriendo pisar una tierra que aún no las desea. No obstante,  cada año amadrinarán el crecimiento de las viñas que ahora levantan poco, apenas despegan del suelo.



       Veleros entre alfombras voladoras. Rizos de fados; o de mujer cordobesa, con los ojos brillando bajo las lustrosas ondas  de su cabello eterno. Volcán de chatarras resplandecientes, montaña mágica entre viñedos. ¿Qué sentirán las hormigas –al verte-? Aún hay caminos de tierra por los que llegar, o por los que perderse; el viento que salta tras las montañas se enreda en las hojas, y en las láminas metálicas: aquí disfruta y canta y parece no querer salir de este laberinto que le va calentando como un suspiro de amor.

Llora la iglesia con sus roncas campanadas; su aroma antiguo permanece más que su estampa, que se va borrando aun se quede. Y el ojo que tiene como peineta este edificio insolente la mira con sorpresa; en los días de lluvia dejará caer sus lágrimas, para que no se aprecien.
Virutas de fino chocolate dorado se le han pegado en el tejado. Las rocas sobre las cimas de las montañas cercanas se burlan, sus coronas son más grandes, más fuertes, más temidas.

fotos: sobrepaisvasco.com



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