Una mujer joven
mira el mar. Marco sobre marco, yo lo hago a través de ella. Tiene la piel
morena, y apoya los pies como en un baile sobre la gastada madera.
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Puede saborearse el
salitre. La brisa parece sentirse en el pelo.
Al fondo, frente a
la cala, un velero es el centro del cuadro. Es la tela blanca de los sueños.
Marco sobre marco
yo, detrás de esta mujer, nunca podré sorprenderla. Aunque sople sobre su
cuello, no seré más que el ligero roce del viento atrapado en el óleo, no
moveré la sencilla cortina, apartada por la rutina.
Hay un paño blanco
sobre el quicio, a su izquierda. Así se deja el tiempo para mirar con el alma.
No sé cómo son los ojos de esta mujer, yo creo que son la propia ventana.
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